martes, 7 de julio de 2015

Diario de Lector: Los juegos y el aposento

En el suplemento de CULTURA del diario "La Capital" (diario de la ciudad de Mar del Plata) del día domingo 5 de julio encontré este artículo que me pareció interesante compartir con ustedes. Espero que les guste y que comenten sus opiniones.

"Por Gabriela Urrutibehety
                El lector que escribe un diario, ya se sabe, es poco permeable  las modas y las novedades. Un profesor de literatura amigo le habla del fenómeno de las “sagas” entre los adolescentes: se lo dice con la tranquilidad de poder esgrimir un contraargumento a la letanía constante de que los chicos no leen. Son libros de muchas páginas, generalmente trilogías, es decir, historias que se continúan a lo largo de varios (tres) tomos. “Y son libros atrapantes”, dice el profesor, lo que actúa como un anzuelo para el lector que escribe un diario, quien decide sumergirse en “Los Juegos del Hambre”, de Suzanne Collins, precisamente para ver cuál es el truco. El truco por el que también el propio lector se siente atrapado y lee hasta el final, sin detenerse. Como si la historia lo llevara en una cinta transportadora hasta el desenlace: se siente bien, se viaja cómodo, sin mayor esfuerzo. Pero se busca con ansias saber qué pasa al final.
                La historia tiene la virtud de ser clara y definida: se plantea en las primeras líneas y desde allí se dirige, sin distorsiones, hacia el final. Un futuro distópico, en el que hay un gobierno central, totalitario, que concentra la riqueza y el poder, rodeado de “distritos” relegados a la miseria y a la lucha por la subsistencia. Cada año, los distritos deben enviar a la capital un joven y una muchacha para pelear a muerte en un estadio, mientras que el resto de la población mira por televisión el desarrollo de estos “juegos del hambre”.
                La base está, sin complejos ni pretensiones: los tributos de personas al vencedor como punto de partida para que el héroe se ofrezca voluntariamente remiten tanto a Teseo como a Sherezada. El estadio, a las luchas del Coliseo romano: para más ayuda, el país se llama Panem, como para que cualquiera complete con “et circenses”. Y la permanente vigilia de una cámara no es novedad desde 1984 o Farenheit 451.
                ¿Cómo actúan las alusiones? El lector que escribe un diario piensa que es una plataforma para saber de qué estamos hablando, algo así como cuando se pide a los músicos “una que sepamos todos”.  Algo que tranquiliza porque más o menos sabemos por dónde va a andar todo. Aunque no deja de presentarse la intriga acerca de cómo va a hacer para, con estos ingredientes, terminar de cocinar la receta.
                La identificación con la protagonista es otros de los puntos: una historia contada en primera persona y en tiempo presente implica que el lector se va enterando de lo que sucede al mismo tiempo que el investigador, como en la clásica novela policial de enigma.
                Además, la protagonista-narradora tiene una actitud permanente de mostración: todo lo dice, todo lo explica. Por ejemplo: “En el bosque me espera la única persona con la que puedo ser yo misma: Gale. Noto que se me relajan los músculos de la cara, que se me acelera el paso mientras subo por las colinas hasta nuestro punto de encuentro”. La protagonista no se guarda nada y le habla a un espectador que debe enterarse de su interioridad sin intermediación de un omnisciente: tal como en el teatro clásico, con los apartes y los monólogos. Si lo hizo Shakespeare, por qué no Suzanne Collins, piensa el lector que escribe un diario.
                Con una diferencia: en esta época hay cámaras. Y “Los Juegos del Hambre” es un libro pensado para ser filmado. De ahí la minuciosidad de las descripciones que, sin embargo, tienen solamente una finalidad fáctica, funcional. “Me bajo de la cama y me pongo las botas de cazar; la piel fina y suave se ha adaptado a mis pies. Me pongo también los pantalones y una camisa, meto mi larga trenza oscura en una gorra y tomo la bolsa que utilizo para guardar todo lo que recojo”. Nada de “me visto”: hay que visualizar, como en un ejercicio de meditación, se sonríe el lector que escribe un diario, más bien enojado consigo mismo por haber caído en el truco y no haber podido abandonar la lectura hasta saber en qué termina.
                Y así como se describe todo, todo se explica, todo se relata: no hay lugar para la elipsis, no hay posibilidad de que el lector rellene con algo que no esté dicho, no hay nada que hacer, sólo dejarse transportar hasta el final. Así las metáforas, que son espantosas, piensa el lector que escribe un diario, pero no necesitan que uno se detenga en ellas: “La lluvia caía en implacables mantas de agua helada”, copia para después tachar.
                Otro tema son los diálogos: todos los personajes hablan igual, tengan la edad que tengan, tengan la vida que tengan, con excepción de cierto toque “snob” – tal vez perdido en la traducción, concede el lector que escribe un diario – para algunos personajes. “Vamos a pescar en el lago. Así dejamos las cañas puestas mientras recolectamos en el bosque. Cogeremos algo bueno para la cena”, es la respuesta del compañero de caza furtiva. No hay modificación del tono en ninguna de las réplicas de los otros personajes, sumidos en el uniforme hablar de la protagonista narradora.
                Para el final el lector que escribe un diario deja la construcción de los personajes: buenos buenísimos, malos malísimos, violando la máxima aristotélica que prescribe lo contrario. No es otra cosa que la regla del melodrama, de las historietas que publicaban las editoriales mexicanas en los años 70. ¿Por qué no utilizarlas, si siguen siendo efectivas? Todos sabemos qué juego hay que jugar al leerlas.
                No se transpira, no se contractura, no se agota el lector en el tránsito por el libro. No la pasa mal, tampoco. Porque el libro retoma las claves del relato tradicional, incluyendo las formulaciones archiconocidas de Vladimir Propp: una estrategia para narrar que viene funcionando desde hace millones de años, con la que la manada homínida empezó a construir su particular identidad cultural. Claro que el lector que  escribe un diario añora el riesgo, la sorpresa, la experimentación, la búsqueda de límites. Pero, para calmar su conciencia de lector entrenado, se dice que Cervantes leyó montones de libros de caballerías para poder escribir el Quijote. Y que después los quemó – no a todos – antes de que un brujo se llevara el aposento donde el hidalgo loco los había guardado."

lunes, 6 de julio de 2015

Nuevos posters de "Los juegos del Hambre: Sinsajo Parte 2"

Si sos fan de la saga de "Los juegos del Hambre" no te pierdas estos posters, bajo el nombre "Faces of the Revolution" (Rostros de la Revolución)










miércoles, 1 de julio de 2015

¡¡NUEVO BLOG!!

¡Bienvenidos! Este blog esta dedicado a compartir el amor por la lectura. Debido a que soy solo una amante por la lectura y al no tener contacto con ninguna editorial, estará armado con noticias y reseñas de forma personalizada, con mis gustos y a mi manera.Además tampoco tengo experiencia en blogs jaja. Espero que les guste. De a poco y mientras vaya adquiriendo experiencia, mejoraré el blog. Cualquier consejo será bienvenido.